El rostro de Cipe Lincovsky en su madurez, recordaba al de actrices de países mediterráneos: la griega Irene Papas, la francesa Anouk Aimee, la española Charo Lopez, la italiana Anna Magnani. Mujeres de pelos oscuros, rasgos severos, garra dramática, muy bellas todas. Pero ella, hija de emigrante ruso- judío, nació en Buenos Aires, Argentina. Su carrera se desarrolló fundamentalmente sobre los escenarios. Pero también ha dejado impreso su vigoroso rostro en la imagen fílmica. Con motivo de su reciente muerte, recuerdo su carrera en la pantalla.

Debutó en un olvidado film del año 1967, «Gente Conmigo», un tardío exponente (no la he visto) del cine de la generación del 60, junto a talentosas actrices como Violeta Antier, Milagros de la Vega, Fernanda Mistral o Norma Aleandro. En 1969 protagoniza una coproducción con la Alemania Oriental que jamás llegó a las salas: «La Tomasa». Tendría que esperar hasta 1971 para que su nombre comenzará a sonar en cine: «Y que patatín y que patatán», la ópera prima de Mario Sabato estructurada en episodios con el personaje común de un niño, le brindó la ocasión de demostrar su valía junto a actores tan potentes como Hector Alterio, Sergio Renan, Fernando Siro o Walter Vidarte. Y el año 1974, el del boom del cine nacional, estuvo presente en títulos fundamentales como «Quebracho» de Wullicher, » Boquitas Pintadas» de Torre Nilsson, donde dio vida a la Viuda ideada por Manuel Puig en su original, la mujer a la que siempre recurría el protagonista y que le acompañaría en su muerte, y «La Tregua», dónde fue la madre de Laura, la protagonista del imprescindible film de Renán.

Al año siguiente llega su primer protagónico (tras el invisible de «La Tomasa») en el debut de Stagnaro: «Una Mujer». Esta es una película clave de aquel año que toca temas ya delicados en plena etapa Isabel Peron/ Lopez Rega/ Triple A: el regreso a casa de una mujer tras pasar una temporada en la cárcel. Junto a Federico Luppi, Soledad Silveyra y Luisa Vehil, construye una trama solida, vigente aun para una obra que merece Memoria y recuperación.

Pero la Censura y el Fascismo argentino brillaban en su máximo esplendor y Cipe pasó a integrar listas negras de condenas a muerte y no de premios y reconocimientos de cine. Marchó a España y allí no encontró el menor eco para su talento. Queda como expresión muy breve de su arte, la participación en un film del año 1977 de escaso valor: «Luto riguroso», de Larraz (junto a la bella Charo Lopez).

De regreso en la democracia ochentera, participa como secundaria en algunos títulos irrelevantes del período, destacando «Pobre Mariposa» de Raul de la Torre en 1986. La directora argentina exiliada en Alemania, Jeanine Meerapfel, regresa al país para rodar una historia sobre los Desaparecidos que la llevará a ganar el premio a la Mejor Actriz en el Festival de San Sebastían, junto a su compañera de rodaje Liv Ullmann. «La Amiga» es el título de la obra y significó un tardío reconocimiento a su labor cinematográfica. Interpreta a una mujer que se reencuentra con una amiga de la juventud y juntas recuperan la historia de jóvenes desaparecidos por la Dictadura. Hay una escena hermosa donde ella está sentada con los pies en una palangana mientras habla con su amiga refrescándose » mis cansadas patas».

Posteriormente haría una participación en «Caballos Salvajes» de Pineyro en 1995 y en 2012 rueda su último film: «El amigo alemán» , otra vez bajo la dirección de Meerapfel en otro regreso argentino. Un hermoso broche final para una carrera insuficiente en cine, un talento más desperdiciado (algo muy común ante la persistente miopía de productores y cineastas incapaces de valorar a figuras locales), una actriz que mereció otro lugar en el cine nacional.

Un rostro de tintes trágicos mediterráneos que también daba para la comedia mas salvaje. Podría haber sido la continuadora de la mejor Tita Merello. Siempre nos quedaran sus imágenes.

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