El genero policial, policíaco o criminal, según acepciones de diferentes tierras, ha gozado de apoyo publico desde los inicios del cine sonoro. Tanto en Norteamérica como países europeos (Francia, Alemania, Inglaterra, España) o en la misma Argentina, la incorporación del sonido a la imagen, convirtió a este tipo de films en uno de los preferidos del espectador de cine. Y en muchos de ellos se habilitó la posibilidad de realizar un sub-genero que luego tendría voz propia: el de Denuncia. Porque los ambientes y personajes que poblaban sus historias permitían descender a los ambientes mas bajos de la escala humana, mas allá de las clases sociales donde las acciones tuvieran lugar. El crimen, el homicidio, el asesinato, la delincuencia, la policía, la prostitución, el narcotráfico, el contrabando, encontraron aquí el marco ideal para ser visibilizados. La «ficción» habilitaba hablar lo que de otra manera estaba prohibido. Los carteles que advertían que «todo parecido con la realidad es mera coincidencia», o frases similares, venían a decirnos que la realidad era una cosa y las películas otra. Pero el público supo identificar de inmediato una cosa con la otra. En la actualidad, con la competencia que las series de televisión de alta calidad y complejidad han proporcionado a la gran pantalla, todo parece estar permitido. Incluso personajes de la vida real, aireados por los grandes medios de comunicación, se han visto convertidos en personajes de ficción dando lugar a un ejercicio de metalenguaje siempre apasionante. El género Documental, por su parte, genera sus propias realizaciones donde la rigurosidad de la información y la confirmación de los actos evocados por medio de documentación acreditada, toma distancia de la siempre mas modificable ficción. «QUE DIOS NOS PERDONE» es una realización española estrenada en el año 2016 y ganadora de importantes premios así como merecedora de una excelente carrera comercial. Dirigida por uno de los talentos jóvenes mas sobresalientes del cine hispano, el madrileño Rodrigo Sorogoyen (1981), la trama se centra en tres personajes que detentan psicopatías muy evidentes. Uno es un asesino serial de mujeres mayores y los otros dos son los investigadores que siguen sus huellas. Todos tienen comportamientos enfermizos y la película propone el ejercicio de reflexionar sobre los delicados limites que separan lo legitimo de los que no lo es. Un policía puede resultar un asesino tan feroz como la figura perseguida. Desde los comportamientos mas evidentes y públicos a los realizados dentro de la mas estricta intimidad. Un ejercicio apasionante que se desarrolla mediante una trama donde la tensión jamas decae hasta culminar en la la escena final, en un autentico muestrario de la ferocidad de la que el ser humano puede ser capaz una vez transgredidos todos los limites. En una sociedad en continua crisis de valores, los comportamientos privados invaden terrenos que no deberían. Las sociedades democráticas todas atraviesan profundas crisis cuyos mandatarios no siempre resultan ser los mas adecuados e incluso potencian el comportamientos de las llamadas fuerzas del orden. La Europa retratada en estas películas se ubica en las antípodas de la turística y se convierten en herramienta formidable para reflexionar sobre la deriva de todo un sistema que no parece encontrar limites en su decadencia actual. Todo el progreso conseguido en el avance social es puesto a cada momento en cuestionamiento. Y de esto se nutren los cineastas mas comprometidos y valientes: en dar lugar dentro de las ficciones a la realidad tapada pero ampliamente, al menos, sospechada por la mayoría de la población. Que no todos los integrantes de estas fuerzas sean iguales, algo obvio, no impide detener la mirada sobre quienes con su comportamiento, hacen estériles en demasiadas ocasiones, el buen hacer pretendido por una sociedad que, se dice, moderna y progresista. El Cine continua siendo una de las armas de difusión masiva con las que cuenta la Cultura en todas las latitudes. Los nuevos cineastas no hacen mas que continuar el sendero iniciado por maestros como John Ford («Las uvas del mal, sobre la Gran Depresión Americana), Robert Aldrich, con sus relatos bélicos, Constantin Costa-Gavras, uno de los nombres mas populares del cine político-denuncia ( «Z», «La Confesión», «Estado de Sitio», «Sección Special», «Desaparecido» o «El Capital»), el francés Robert Guidegain con sus muestras sobre la Francia contemporánea, los maestros italianos del Neorrealismo Vittorio de Sica, Roberto Rossellini o Luchino Visconti, con sus obras mas emblemáticas («Ladrones de Bicicletas», «Lustrabotas», «Roma ciudad abierta» o «La Tierra Tiembla»), el británico Kenneth Loach (desde su «Poor Cow» en 1967 hasta la enorme «Yo, Daniel Blake») o los siempre vigentes maestros latinoamericanos Fernando Solanas, Octavio Getino, Leonardo Favio, Miguel Littin, Arturo Ripstein, Paul Leduc, Fernando Birri, Patricio Guzmán, Jorge Sanjinés, Glauber Rocha, quienes desde sus Argentina, Chile, México, Bolivia o Brasil supieron combinar sus denuncias con los maestros del Nuevo Cine Cubano, Tomas Gutierrez Alea, Juan Carlos Taibo, Fernando Perez, Solás, quienes una vez instalada la Revolución ofrecieron un cine unico e imprescindible. Todos ellos deben mucho de su hacer a los grandes cineastas rusos que desde la Revolucion de 1917 encendieron la mecha del cine mas contestatario y revulsivo. El que permanece, junto a los nuevos realizadores, como el necesario y obligatorio para entender algo mas de quienes somos nosotros, los humanos.

«QUE DIOS NOS PERDONE» (2016, España) / Director Rodrigo Sorogoyen / Intérpretes Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Javier Pereira / Color / Hablada en castellano con subtítulos en el mismo idioma / Duración 2hs.