Camila O’Gorman nació en 1825 y fue fusilada junto a su amante clandestino Ladislao Gutierrez en 1848. Bajo el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), el romance entre la joven aristócrata argentina y el religioso fue un suceso destacado entre decenas de hechos sangrientos por motivos políticos que atravesaban el país. Mas allá de lo histórico, la cuestión derivó al territorio de lo mítico o novelesco por los ingredientes de la propia historia: pasión, riqueza, religión, erotismo, muerte. En 1910 sirvió como telón de fondo de una de las primeras ficciones argentinas: «Camila O’Gorman» dirigida por el pionero Mario Gallo e interpretada por la legendaria actriz Blanca Podestá. En los años cincuenta estuvo detrás de un proyecto no realizado para Zully Moreno, en 1968 (estrenada en 1971) fue uno de los dos episodios que conformaban el largometraje «El Destino» de Juan Battle Planas (h) e interpretado por Julia Elena Dávalos (mal tratada por crítica y público) hasta desembocar en 1984 en la realización de la directora Maria Luisa Bemberg y convertirse en una de las películas más taquilleras y famosas del cine argentino.

Estrenada el 17 de mayo de 1984 con el regreso de la Democracia tras la dictadura (1976-1983), el tercer largometraje de Bemberg se convirtió rápidamente en fenómeno y la nominación al Oscar el verano de 1985 abrió mercados extranjeros hasta convertirla en una de películas más taquilleras de la historia nacional (2.500.000 espectadores). Un año de recuperación de libertades traducidas en títulos como «Gracias por el fuego» de Sergio Renán, «Los hijos de Fierro» de Pino Solanas, «Pasajeros de una pesadilla» de Fernando Ayala, «Noches sin lunas ni soles» de Martinez Suarez, «Los chicos de la guerra» de Kamin, «Darse cuenta» de Alejandro Doria, «Cuarteles de invierno» de Lautaro Murua y «Asesinato en el senado de la nación» de Jusid, ocho títulos fundamentales del contexto, grupo del que «Camila» fue la gran triunfadora.

Los intérpretes principales:la coproducción con España permitió el protagonismo de un actor novel de aquel país, Imanol Arias (1956) que se convertiría en nombre importante hasta el presente. Susu Pecoraro (1953) había realizado muy pocas películas hasta entonces y este fue su primer protagónico. Hector Alterio (1929) llevaba una década exiliado y luego radicado en España, había regresado de las listas negras tras seis años de prohibición con tres rodajes desde 1980. Elena Tasisto (1948-2013), memorable actriz del teatro y la televisión tuvo escasa suerte en la pantalla grande con solo seis películas en su haber. Mona Maris (1903-1991) realizó su segundo y último trabajo en la industria nacional tras una carrera muy activa en Europa y Estados Unidos entre 1925 y 1950 cuando rodó decenas de películas, incluida la ya mítica obra de Carlos Gardel «Cuesta abajo» (1934).

La realizadora: Maria Luisa Bemberg (1922-1995) escribió dos guiones para otros realizadores (Crónica de una señora»(1971) de Raul de la Torre y «Triángulo de cuatro» (1975) de Fernando Ayala) antes de realizar un corto y seis largometrajes entre 1978 y 1993. «Camila» fue su suceso mas rotundo pero igualmente aceptados fueron sus otros cinco trabajos: «Momentos» (1981), «Señora de nadie» (1982), «Miss Mary» (1986), «Yo, la peor de todas» (1990) y «De eso no se habla» (1993). Murió a los 73 años dejando un proyecto inconcluso que fue llevado al cine poco después: » El impostor» (1997) por Alejandro Maci. Fue la tercera mujer que dirigió largometrajes en Argentina trás Vlasta Lah y María Herminia Avellaneda. La mas internacional hasta la llegada de Lucrecia Martel y fuerte referente de decenas que llegan hasta el presente. Su mirada centrada en las cuestiones femeninas menos  trabajadas por sus contemporáneos hombres sigue iluminando el camino de un cine realizado por mujeres y que en Argentina como en el resto del mundo se ha normalizado en los últimos cuarenta años, año tras año.

«..ha llegado al extremo la horrible corrupción de costumbres bajo la tiranía espantosa del Calígula del Plata que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el sátrapa infame adopte medida alguna contra esas monstruosas [sic] inmoralidades.