3ª Clase: LA MUJER FRATERNAL.

En 1972 el artista sueco Ingmar Bergman (1918-2007), una de las mayores figuras del Siglo XX, guionista, director de teatro, cine y televisión y autor de obras clásicas como «Un verano con Mónica», «El Séptimo Sello», «Detrás de un vidrio oscuro», «El Silencio», «Persona», «Verguenza» o «Sarabanda», realiza una de sus mas grandes películas: «GRITOS Y SUSURROS».

El estreno del film supone un nuevo y mayoritario reconocimiento a su figura, convirtiéndose en una de las obras mas aclamadas y respetadas por público y critica, trayendo nuevo vigor a una carrera iniciada en los años cuarenta en su Suecia natal, desde donde alcanzaría a todo Occidente en las décadas sucesivas. Bergman  se convierte en uno de los pocos grandes genios de la historia del Cine (Griffith, Chaplin, Hitchcock, Fellini, Buñuel, Kurosawa, entre otros, habitan ese espacio) con sus retratos humanos a la altura de los grandes nombres del arte universal. Su mirada sobre los aspectos mas oscuros del comportamiento humano no esconden el afecto infinito que siente por sus criaturas, siempre reconocibles a pesar de la distancia geográfica. Porque la cultura del norte europeo se hace universal en las apreciaciones de este maestro de la letra y la imagen. Desde sus primeros films se aprecia un talento singular en las pinceladas que traza de sus protagonistas, y también de los coros que los rodean: ninguno queda libre de su observación y todos forman un cuadro riguroso donde las pasiones, alturas y mayores bajezas humanas danzan en permanente frenesí.

En «GRITOS Y SUSURROS», se narra el (des) encuentro de tres hermanas en una señorial casa de campo a inicios del Siglo XX. Hasta allí llegan desde la ciudad (y la distancia emocional) Karin y Maria, hermanas mayor y menor para acompañar en su agonía a la tercera de ellas, Agnes. El encuentro sirve para que cada una desnude sus secretos y sus impotencias ante la realidad de la muerte cercana, que espanta a todas por igual, sobre todo a las sanas. Lejos de acercarlas, parece distanciarlas aun mas. Agnes encuentra refugio en los cuidados de su sirvienta Anna, ante que en las presencias de sus familiares. Cada una de las cuatro mujeres es retratada por Bergman con enorme precisión, y  entre todas dibujan un cuadro deformado de la unidad familiar. O quizás mas realista, donde toda idealización de esta institución, columna de la sociedad, resulta dinamitada.

Con un extraordinario uso del color en un cineasta que hasta entonces había trabajado en exclusiva el fascinante blanco y negro, con dos pausas desde que en «Ni hablar de esas mujeres» (1964) diera su primer paso en la experimentación cromática ( «La Pasión de Ana» y «El Toque» son las otras). el fotógrafo por excelencia de la obra bergmaniana Sven Nykvist (1922-2006), logra una de sus cumbres profesionales, haciendo que cada fotograma de la película permanezca en la retina del espectador para siempre. Ningún color queda librado al azar y todos responden a una señalización del director en la pintura de los sentimientos mas profundos que atraviesan a las protagonistas. La casa misma, los parques que la rodean, los vestuarios y los muebles que habitan el film, así parecen demostrarlo.

Bergman reúne por primera y única vez a tres de sus actrices predilectas, con quienes ha rodado gran parte de su filmografía. Harriet Andersson (1932) es Agnes, la enferma de cáncer que convoca a las hermanas. Ingrid Thulin (1926-2004), es Karin, la mayor y Liv Ullmann (1938) es Maria (y también la madre de todas en una escena donde el pasado regresa). Las tres actrices tienen en su haber muchos títulos junto al realizador: Andersson filmó diez películas con él, Thulin siete y Ullmann también una decena. Ullmann realizaría mas tarde una carrera como directora de cine adaptando algunos de sus guiones y fue probablemente la actriz mas querida por el cineasta. El cuarteto lo completa Kari Sylwan (1940) como Anna, la criada que será la figura mas cercana a la enferma. Está actriz vuelve a trabajar con el director en «Sonata de Otoño», donde su interpretación de la hija discapacitada brilla con gran intensidad.

 «GRITOS Y SUSURROS» suma otro eslabón en la cadena de retratos que entre 1946 y 2007 realizó el director sueco: sus criaturas femeninas parecen haber gozado siempre de una preferencia, convirtiéndose en uno de los hombres de cine que mejor ha retratado el sentir de las mujeres, siempre enfrentadas a los designios masculinos. Son personajes fuertes y débiles, amorosos y sufrientes, egoístas y generosos, siempre humanos y reconocibles. Y allí permanecen como pieza única en la cultura contemporánea, donde la modernidad y lo clásico son dos palabras que parecen estar mas allá de la mirada del creador. Y mas acá de cada uno de nosotros, los espectadores entregados a la obra de uno de los mas revolucionarios creadores que han habitado el espectro cinematográfico.

«GRITOS Y SUSURROS» ( Viskningar och rop, 1972) / Suecia / Dirección y guión: Ingmar Bergman / Intérpretes: Harriet Andersson, Ingrid Thulin, Kari Sylwan, Liv Ullmann, Erland Josephson / Color / Fotografía: Sven Nykvist / Hablada en sueco, danes y alemán con subtítulos en castellano / Duración: 1h 31 minutos. (Información completa en IMDb, en la web)

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